¿Padeces de estrés crónico o quizás, después de las vacaciones, de estrés o depresión post-vacacional?
Como ya sabemos, el estrés es cualquier reacción ante un estímulo físico, mental o emocional que puede alterar el equilibrio natural de nuestro organismo. Es un aspecto inevitable de la vida y puede deberse tanto a factores físicos como psicológicos (presiones laborales, problemas con la familia o amigos, el aburrimiento que pueden generar la falta de estímulos o de interés por el trabajo, el paro o la jubilación, la aflicción por el fallecimiento de un ser querido, los divorcios o separaciones de pareja, el nacimiento de un hijo, el exceso de trabajo, la falta de sueño, enfermedades físicas, el abuso del alcohol, el tabaquismo, etc.). Otras personas crean su “propio estrés” y encuentran fácilmente motivos de preocupación tengan o no razones objetivas para angustiarse.
Mientras algunas personas lo controlan bien, a otras les afecta negativamente. El estrés puede ocasionar fatiga, dolor de cabeza crónico, cambios en el apetito (da por comer más o menos), irritabilidad, pérdida de memoria, baja autoestima, aislamiento, bruxismo (rechinar de dientes), frío en las manos, presión arterial alta, tics nerviosos, respiración superficial, disminución del impulso sexual, insomnio u otros cambios en los patrones del sueño, alteraciones gastrointestinales como la activación de úlceras y la exacerbación o agravamiento del síndrome del intestino irritable.
El estrés es un excelente caldo de cultivo que contribuye en un 80% a todas las enfermedades (cardiovasculares, cáncer, alteraciones endocrinas como disfunciones de la glándula tiroides y de las suprarrenales, alteraciones metabólicas, problemas cutáneos como eccemas, psoriasis, procesos alérgicos, trastornos infecciosos, dolores de espalda, dolores articulares, cervicales, migrañas, ansiedad y depresión).
El aumento de la producción de hormonas adrenales es la causa de la mayor parte de los síntomas del estrés y también esta reacción puede conducir a deficiencias nutricionales. El aumento de adrenalina acelera el metabolismo de las proteínas, las grasas y los carbohidratos para que el organismo disponga rápidamente de energía. Esto le lleva a excretar aminoácidos, potasio y fósforo, a agotar el magnesio almacenado en el tejido muscular y a almacenar menos calcio. Además el organismo no absorbe bien los nutrientes y pierde la capacidad de reponerlos adecuadamente, sobre todo las vitaminas del grupo B (de gran importancia en el correcto funcionamiento del sistema nervioso).
En tu Centro Ortodieta pretendemos identificar las causas del estrés que puedas estar sufriendo, para prevenirlo, neutralizarlo y evitar sus posibles repercusiones negativas sobre tu salud pero, de entrada, puedes seguir una serie de recomendaciones:
- Incrementar el consumo de alimentos crudos (verduras y frutas frescas).
- Come más legumbres (garbanzos, habas, lentejas, soja, …) contienen vitaminas B antiestrés, minerales como zinc, calcio y magnesio, la fibra dietética más beneficiosa para el sistema cardiovascular, proteínas e hidratos de carbono complejos y una buena relación potasio/sodio.
- No tomes alimentos procesados o ya preparados y cargados de aditivos (lee un poco los ingredientes de los productos alimenticios que compras…ya verás todo “el veneno oculto” que descubres).
- Evita los azúcares y productos refinados pero come más cereales integrales ecológicos (arroz, avena, cebada, centeno, maíz, trigo,…).
- Limita tu ingesta de cafeína y bebidas excitantes.
- Prescinde, en la medida de lo posible, del alcohol y el tabaco. Aun cuando creas que esas sustancias pueden aliviar temporalmente el estrés…acaban agravándolo.
- Realiza ejercicio con regularidad, el que más te guste, aunque simplemente salgas a caminar un poco, despejarás tu mente y mantendrás a tu “enemigo” bajo control.
- Intenta dormir un número suficiente de horas todas las noches.
- El Reiki y la meditación también te pueden ayudar a relajarte.
- Aprende a escucharte, aceptar tus emociones y ríe siempre que puedas.
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