- Hacer contacto visual para obtener su atención y llamar a la persona por su nombre.
- Ser consciente de su propio tono y volumen de voz, de cómo mira a la persona y de su “lenguaje corporal”.
- Promover una conversación interactiva por el mayor tiempo posible porque le ayudará a que se sienta mejor sobre sí mismo.
- Usar algún otro método que no sea hablar para ayudar a la persona, tal como tocar a la persona para guiarla.
- Si la comunicación crea problemas, tratar de distraer a la persona con Alzheimer.
Para animar a la persona que padece de Alzheimer a comunicarse:
- Usar una manera cordial, cariñosa y directa.
- Tomar la mano de la persona cuando le hable.
- Escuchar las preocupaciones de la persona, aún cuando sea difícil entender lo que dice.
- Dejar que la persona tome decisiones y permanezca involucrada.
- Ser paciente cuando la persona se enfade. Recordar que es la enfermedad la que está “hablando”.
- Tomarse un “tiempo de descanso” y apartarse de la situación.
Para hablar de forma efectiva con la persona que padece de Alzheimer:
- Ofrecer instrucciones simples.
- Repetir las instrucciones y esperar más tiempo para recibir una respuesta. Tratar de no interrumpir.
- No hablar sobre la persona como si no estuviera ahí mismo.
- No hablar a la persona usando un lenguaje o una voz infantil.
También se puede:
- Hacer preguntas que requieren una respuesta de sí o no.
- Usar palabras diferentes si la persona no entiende correctamente.
- Tratar de no decir, “¿No se acuerda?” o “Yo le dije”.
- Tomar tiempo para escuchar. Quizás la persona quiere hablar sobre los cambios que está notando.
- Ser lo más sensible posible. No solo se tiene que corregir a la persona cada vez que olvide algo o diga algo extraño, se tiene que tratar de entender que para la persona es un gran esfuerzo lograr comunicarse con otros.
- Ser paciente si la persona con Alzheimer tiene dificultad encontrando las palabras correctas o está tratando de explicar sus sentimientos con palabras.
- Ayudar a la persona a encontrar las palabras.
- Tener cuidado de no anticiparse y decir lo que la persona está tratando de decir o de “llenar los espacios en blanco” demasiado pronto.
- Al perder la habilidad de hablar claramente, las personas dependen de otras maneras para tratar de comunicarse.
Según el blog de la Fundación Pasqual Maragall:
Consejos para potenciar la comunicación con personas con Alzheimer
Las estrategias comunicativas tienen que adaptarse a cada persona y a la evolución de la enfermedad. Para que la comunicación sea más efectiva, podemos seguir una serie de recomendaciones. El objetivo es comprender mejor las necesidades, deseos y emociones de la persona con Alzheimer.
Si la persona que padece Alzheimer no puede valerse del lenguaje para expresar su voluntad y necesidades, es comprensible que busque vías alternativas. La conducta es una de ellas.
Deambular erráticamente (sin rumbo ni propósito aparente) por la casa, desordenar cajones y armarios, oponerse sistemáticamente a determinadas actividades o reaccionar desmesuradamente ante ciertos estímulos, puede significar que trata de comunicar algo, utilizando esta vía para expresar, no verbalmente, que no encuentra un objeto preciado o que no está en disposición de realizar algo. Algunas conductas “alteradas” o “extrañas” pueden responder a necesidades no satisfechas que la persona con Alzheimer no puede transmitir de otra forma.
En este sentido, la negativa a ducharse, mostrada con actitudes esquivas o enfado ante los preparativos, puede estar indicando algo como “Ahora no me apetece ducharme. Preferiría hacerlo antes de acostarme”. Tal vez lo que no quiera la persona que sufre Alzheimer sea lavarse la cabeza y, si se indaga a partir de preguntas dirigidas, cerradas, como se explicaba anteriormente, se puede llegar a esa conclusión y negociar alternativas, como asearse el cuerpo y dejar el lavado de cabeza para otro momento.
Es importante adoptar la mejor actitud posible para descifrar el mensaje. El interés debe ser genuino, no se trata solo de entender, sino de comprender. Por ejemplo, ante una petición del cuidador, la persona afectada contesta “No me da la gana” y se marcha, lo que interpretaremos como “No quiere”.
Comprender ese “no me da la gana”, supone indagar sobre qué es exactamente lo que no quiere, o si realmente no quiere… En definitiva, es tratar de empatizar con ella, procurar ponerse en su lugar, ver el mundo desde su perspectiva de confusión.
Mostrar un interés genuino por aquello que la persona afectada intenta comunicar:
Así, se puede facilitar la expresión de sus deseos, necesidades, emociones y sensaciones, lo que es clave para su bienestar.
Evitar o minimizar los entornos ruidosos:
Un ambiente ruidoso, con mucha gente o con varias conversaciones a la vez, supone una dificultad añadida en la comunicación.
Dar tiempo, facilitar y no interrumpir:
Si se pierde la paciencia y se terminan las frases por ella, perderemos los detalles y podemos estar impactando negativamente en su autoestima y seguridad en sí misma.
Una opción es facilitar alternativas a las palabras que la persona no puede evocar. Imaginemos que, estando en casa, inicia esta frase y no consigue terminarla porque no encuentra la palabra adecuada: “Quiero ponerme la …”. Podemos sugerirle, pausadamente: “¿la bata?… ¿la chaqueta?”. O formular preguntas sencillas que pueden ayudarle a expresar lo que quiere, fomentando así su confianza y orientarnos acerca de lo que pretende transmitir.
Siguiendo con el mismo ejemplo, podemos indagar: “¿Tienes frío?”. Ahora bien, si no es para facilitar su expresión ante una franca dificultad, es muy importante procurar no interrumpirle cuando ha comenzado a decir algo, ya que puede hacerle olvidar lo que quería expresar.
Preguntar con opciones de respuesta concretas, que pueda responder con “sí” o “no” o bien darle a escoger entre diferentes opciones. Por ejemplo, “¿Estás cansado?”, en lugar de: “¿Qué te pasa?”, o: “¿Qué prefieres: fresas o mandarina?”, en vez de preguntar: “¿Qué fruta quieres?”
Repetir los mensajes tantas veces como sea necesario:
Procurando hacerlo siempre con las mismas palabras, excepto si nos damos cuenta de que no comprende alguno de los términos. Si cambiamos constantemente la forma de preguntar, sin esperar a que pueda procesar la información que ya se le ha dado, podemos confundirla todavía más.
Potenciar la comunicación no verbal:
Exagerar intencionadamente la expresión facial y los gestos, o modular el volumen o el tono de voz, facilitará que la persona afectada comprenda el mensaje que le estamos transmitiendo. Puede ser útil pensar en aquellos recursos que empleamos cuando tratamos de comunicarnos con alguien y no dominamos lo suficiente su idioma.
Evitar la confrontación con la evidencia:
Hay que recordar siempre que la actitud de la persona con Alzheimer normalmente no depende de su voluntad. Frases como: “¿Otra vez? ¡Ya me lo has preguntado tres veces!” o: “¿Cómo puede ser que no te acuerdes?”, cuando es la enfermedad la que le lleva a esa situación, solo conducen a generar frustración, irritabilidad, tristeza y retraimiento.
Mantener la calma y ponerse en su lugar:
Hay que empatizar con la persona con Alzheimer. No podemos pretender que ella se ponga en nuestro lugar, ya que le resulta imposible hacerlo, mientras que nosotros, aunque no siempre es fácil, sí que podemos hacerlo.
A veces es preferible cambiar de actividad o probar de llevarla a cabo en otro momento antes que entrar en una dinámica conflictiva que sólo complicará más la situación. En ocasiones, también, las personas con Alzheimer pueden decir cosas hirientes. Más que tratarse de algo que piensan o sienten, determinados exabruptos deben interpretarse como un mecanismo de defensa, especialmente cuando se sienten acorralados, confusos, o se encuentran en medio de una discusión que no pueden comprender.
También es posible que la persona con Alzheimer no sea capaz de comunicarse verbalmente pero sí a través de sus acciones, de su conducta. Observar es clave.
Estos consejos nos resultarán de ayuda para mejorar la comunicación con personas con Alzheimer, tanto en las primeras fases como en estadios más avanzados de la enfermedad, adaptándolos según la evolución.

















